Historia LGTB

Karl Heinrich Ulrichs, el primer hombre en salir del clóset en la historia moderna

Al igual que el resto de las letras que constituyen a la comunidad LGBT+, la homosexualidad también tuvo su origen. A veces, por las prisas de querer demostrar lo que somos y de lo que estamos hechos, se nos olvida que para que nosotros hayamos logrado admitir nuestra sexualidad sin tapujos hubo alguien más que abrió las puertas e hizo que este mundo cambiara de una vez por todas. Un hombre que se armó de valor y pidió respeto para su orientación pero también para el resto de hombres homosexuales que seguían siendo oprimidos por la sociedad.

Se trata de Karl Heinrich Ulrichs, el primer hombre en salir del clóset en la historia moderna. Ciudadano de origen alemán nacido en 1825, Karl se dio cuenta a muy corta edad que le gustaban los chicos en vez de las chicas. Esto no lo hizo público sino hasta 1862, cuando a la edad de 37 años Karl decidió abrirse con su familia y contarle todo acerca de su orientación sexual, lo cual para la familia resultó en algo sumamente extraño precisamente porque nadie más se había declarado homosexual abiertamente sino todo se limitaba al ámbito de los rumores, y que su hijo se admitiera homosexual fue un balde de agua fría para la familia de Karl.

Debido a la extrañeza no solo de su naturaleza sino también de la manera en que iba a nombrarla, Karl decidió inventar una nueva palabra: urning, un término basado en la mitología griega que designa a lo que Karl llamaba el tercer sexo, es decir, hombres que se sienten atraídos por otros hombres y no por mujeres, tal como lo dictaba la moral del siglo XIX. Al inicio, Karl se identificaba como «una mujer atrapada en el cuerpo de hombre». Por esta razón, al entender que también podrían existir mujeres atraídas por mujeres creó la palabra urninde. Todo esto lo incluyó en su obra Estudios sobre el misterio del amor masculino, un título bastante lírico para nombrar su nueva condición sexual.

Sin embargo, sería hasta 1867 cuando Karl Ulrichs hizo pública su homosexualidad. Ocurrió en el Congreso de Juristas Alemanes de Múnich, el 20 de agosto. En ese momento Ulrich tomó la palabra y pidió a sus compañeros de curul que derogaran a favor del articulo del código penal prusiano que castigaba con la pena de muerte a los varones homomsexuales. Por supuesto, la respuesta fue de lo más machista y homófoba que pudo ser. Sin embargo, esto no fue motivo para que Karl se callara.

En aquella época en la que se creía que la homosexualidad era un vicio y un pecado y que por ello dañada moralmente a la sociedad, las acciones pro-homosexualidad de Ulrichs pueden ser consideradas como los inicios de una revolución sexual gay.

Lo siguiente es un fragmento del texto escrito por Karl Ulrichs acerca de los derechos de los urning:

El urning, también, es una persona. Él, también, por lo tanto, tiene derechos inalienables. Su orientación sexual es un derecho establecido por la naturaleza. Los legisladores no tienen ningún derecho a vetar la naturaleza; ningún derecho a perseguir la naturaleza en el curso de su trabajo; ningún derecho a torturar a criaturas vivas que están sujetas a esos impulsos que la naturaleza les dio.

El urning también es un ciudadano. El, también, tiene derechos civiles; y de acuerdo a esos derechos, el estado tiene ciertos deberes que cumplir también. El estado no tiene el derecho de actuar por capricho o por el placer de la persecución. El estado no está autorizado, como en el pasado, a tratar a los urnings como si estuvieran fuera de la ley.

Esta claro que los legisladores tienen el derecho a hacer leyes que contengan expresiones del deseo urning, al igual que los legisladores tienen el poder de legislar sobre el comportamiento de todos los ciudadanos. Así, pueden prohibir a los urnings:

(a) la seducción de menores masculinos;

(b) la violación de los derechos civiles (por la fuerza, amenaza, abuso de personas inconscientes, etc.);

(c) la indecencia pública.

La prohibición de la expresión del deseo sexual, es decir, entre adultos que consienten y en privado, queda fuera de la esfera legal. Cualquier base para la persecución legal es insuficiente en este caso. Los legisladores no pueden hacerlo debido a los derechos humanos y el principio de estado constitucional. El legislador no puede hacerlo por las leyes de la justicia, que impiden aplicar un doble estándar. Mientras que el urning respete los puntos (a), (b), y (c) más arriba, el legislador no podrá prohibir que siga los designios de la ley natural a la que está sujeto.

Dentro de estos parámetros, el amor urning no es en ningún caso un crimen real. Todos los indicadores faltan. Incluso no es vergonzoso, decadente o malvado, simplemente porque es el cumplimiento de una ley natural. Está reconocido como uno de los múltiples crímenes imaginarios que han plagado los libros de leyes de Europa, para vergüenza de las personas civilizadas. Criminalizarlo parece, por lo tanto, una injusticia perpetrada oficialmente.

Simplemente porque el urning es desgraciadamente una minoría pequeña, no se puede dañar sus derechos inalienables y sus derechos civiles. La ley de la libertad en el estado constitucional también debe considerar sus minorías.

Y no importa lo que hayan hecho los legisladores en el pasado, la ley de la libertad no conoce límites.

Los legisladores deberían abandonar la esperanza de desarraigar el impulso sexual urning en cualquier momento. Incluso las ardientes hogueras en las que quemaron a los urnings en siglos anteriores no pudieron conseguirlo. Incluso amordazarlos y atarlos fue inútil. La batalla contra la naturaleza es una sin visos de victoria. Incluso el gobierno más poderoso, con todos sus medios de coerción que pueda emplear, es demasiado débil contra la naturaleza. Por otra parte, el gobierno puede controlar la batalla. El razonamiento y la consciencia del sentido moral de los mismos urning ofrece al gobierno una cooperación completa hacia ese objetivo.

Desde luego, el esfuerzo de Karl Ulrichs no fue suficiente ya que todavía existen países que no se han decidido a reconocer y proteger los derechos de sus ciudadanos no solo homosexuales sino también del resto de personas LGBT+. Fue hasta el siglo XXI cuando el trabajo de este lento proceso de aceptación y respeto hacia la comunidad fue recompensado con la aprobación del matrimonio igualitario e incluso, en países como México, la legislación para que más parejas homosexuales, si así lo desearan, puedan adoptar y formar una familia feliz y amorosa.

No olvidemos la valentía de Karl Ulrichs y salgamos para siempre de ese oscuro clóset en que nos han encerrado por años.

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