Historia LGTB

El baile de los 41, La primera fiesta gay en México

Llegó la clase de historia. En esta entrega hablaremos de un evento que cimbró a la alta sociedad mexicana: el baile de los 41.

En el México prerrevolucionario hubiera sido impensable que existieran homosexuales. Y más improbable aún que los gays pertenecieran a la aristocracia de la época. Aunque el Gobierno haya tratado de ocultar los hechos y borrado los archivos, hasta el día de hoy se sigue recordando este acontecimiento que marcó la vida del país.

El baile de los 41
Primero vamos a situarnos en la noche del 17 de noviembre de 1901, en la calle De la Paz de la colonia Tabacalera. Ese día se dieron cita hombres de todos los estratos sociales para poder disfrutar un momento de diversión con libertad. Todos homosexuales, con un solo cometido: gozar de la noche siendo ellos mismos.

En aquella reunión, 22 hombres vestían con ropa masculina y 19 estaban ataviados con galantes ajuares femeninos. Según algunos registros del evento, testigos y rumores de antaño, entre los asistentes se encontraban Antonio Adalid o ‘Toña la mamonera’ —ahijado de los emperadores Maximiliano I y Carlota de México—, el hacendado Alejandro Redo, el periodista Chucho Rábago, e Ignacio de la Torre y Mier, de quien hablaremos más adelante.

Era una noche ‘normal’, todo transcurría a la perfección. En el interior de aquella casa de la colonia Tabacalera, los caballeros bailaban y convivían sin preocupación alguna. En ese jolgorio no había etiquetas; pobres y ricos eran iguales. Las bebidas embriagantes y sustancias opiáceas abundaban. La música era amena y adecuada para la ocasión. Todos esperaban la “rifa del pepito” —un trabajador sexual que daría servicio al ganador—.

La cosa pintaba para que aquella velada fuera inolvidable, y vaya que lo fue. En medio de ese ambiente festivo había un problema: ser homosexual era ‘inmoral’. Según nos platica el maestro Luna, el Código Penal de 1871 castigaba las relaciones gays como un acto contra natura, una falta a la moral y a las buenas costumbres.Desde la época del virreinato el “pecado nefando” —como se llamaba al acto sexual entre dos hombres— se consideraba repugnante y una abominación.

Y sí, quizá no era la primera vez que la comunidad gay de principios del siglo XX se reunía. Todo se organizaba con suma discreción, ya que muchos de los asistentes tenían esposa e hijos. Esa noche, la mala suerte, la casualidad o tal vez el destino, hicieron que los 41 fueran descubiertos viviendo su verdad.

El ‘crimen’ se destapó
Ya era lunes 18 de noviembre y la música seguía sonando en la calle De la Paz. Este fue el motivo para que la vecina de la casa contigua ‘diera el pitazo’ y llegara la policía a ‘poner orden’. Sin reparo, los gendarmes irrumpieron en el baile de los 41, pero grande fue la sorpresa de estos al encontrar a los hombres vestidos de mujer. En ese momento comenzó la redada y la represión.

Si bien ser homosexual no era considerado ilegal, el Código Penal se prestaba para castigar a la comunidad. Inmediatamente algunos trataron de huir sin éxito. Los detenidos fueron referidos a la cárcel de Belén y al Palacio de Lecumberri. Fue precisamente en este último donde nació el mote de ‘jotos‘, pues a los arrestados por homosexualidad se les encerraba en la celda con la letra J.

El escándalo debía evitarse a toda costa
Las familias aristocráticas ejercieron su influencia para que aquel ‘crimen’ no fuera de la opinión pública. La censura periodística fue rigurosa, ya que iba de por medio el nombre y la reputación de los miembros de las familias más poderosas de aquellos días.

Sin embargo,la censura no evitó los castigos. En la mañana del 18 de noviembre, los asistentes de aquella fiesta, aún con sus vestidos largos puestos, fueron obligados a barrer las calles donde se ubicaban ambas prisiones y los otros se mantuvieron encarcelados. Algunos fueron enviados a Veracruz para hacer trabajos forzados.

¿Eran 41 o 42?
Existen muchos rumores de que en aquella fiesta eran 42 y no 41 asistentes. El 42 era nada más y nada menos que Ignacio de la Torre y Mier, ‘el yerno de la nación’, apodado así por su matrimonio con Amada Díaz, hija del entonces presidente Porfirio Díaz.

Según el historiador mexicano Pedro Luna Paiz, Nachito —cómo era apodado— huyó de la redada con ayuda de algunos asistentes e incluso de los uniformados al ser reconocido como el yerno de don Porfirio. Este intento por ocultar la verdad se dio para proteger la integridad y la reputación de Ignacio, y así evitar que la familia presidencial —y sobre todo ‘Amadita’— se vieran envueltas en un escándalo de esta magnitud.

En reprimenda por su actitud, don Porfirio desterró a Nachito de la ciudad y lo envió a su hacienda, donde según rumores no confirmados, mantuvo un romance con Emiliano Zapata, quien era caballerango en la hacienda de Ignacio.

El recuento de los daños
Después de aquel baile en la Tabacalera, todo cambió. Sí, estaba rotundamente prohibido hablar del asunto en los medios, pero algunos se aventuraron a hacerlo. Publicaciones como El hijo del Ahuizote sí reportaron el hecho, aunque de manera escueta. José Guadalupe Posada —famoso por crear la ilustración de la Catrina— también hizo una caricatura para el periódico Hoja Suelta, donde se observa a los hombres bailando con sus compinches travestidos.

El baile de los 41 dejó más que un trago amargo en la memoria de los involucrados. Y de este evento surgió el apelativo ‘jotos’. Pero no solo eso, en México hay un famoso dicho que reza:

«Soltero maduro, joto seguro».

La explicación a este peculiar refrán es que, si un hombre cumplía 41 años y seguía sin casarse, era por ser homosexual. Han pasado más de 100 años y, sin duda alguna, el baile de los 41 marcó la historia de México y envió un mensaje muy claro a la sociedad respecto a la comunidad LGBT+: existimos y estamos presentes.

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